viernes, 15 de julio de 2016

Incienso

en el culto del Antiguo Testamento
Dr. Arnold Krumm Heller
Es de todos sabido que en el culto del antiguo testamento se empleaban mucho, ya fuera en el Tabernáculo o en el templo de Jerusalén, las substancias aromáticas. En Palestina son escasas tales esencias odoríferas; sin embargo, hasta hoy día vemos graciosas y lozanas flores en la gran plaza frente al templo de Salomón. Sólo el Líbano producía incienso, que en la lengua hebrea se denominaba “l’bhonah”, palabra en cuyos sonidos hasta el más lego percibe cierta relación con el nombre de la montaña.
Otra denominación hebraica para la palabra “perfume”, en el sentido de “substancia olorosa” es, en general, SAM.


Las mayores y cualitativamente más valiosas cantidades de incienso, así como otras substancias aromáticas destinadas al culto, eran adquiridas en el extranjero. Oímos así hablar del incienso del país de Saba en el que los intérpretes de la Biblia ven hoy una faja de la Arabia sudeste, en tanto que los teólogos de antaño indicaban con ella a los etíopes o a los indios.
En otras esencias que se han citado relacionadas con el referido incienso y allegadas a él por cuanto se presta como perfume, hay que mencionar las flores de Chipre, entre ellas el nardo, la mirra, el azafrán, el ámbar, el cálamo, el acíbar, el polvo de especias y, además, ciertos preparados que ya estaban listos y que Lutero en su traducción de la Biblia llamaba sucinta, pero erróneamente ungüentos y que hoy, por falta de indicios ciertos, como muchas de las otras substancias llamadas puras, no pueden identificar los especialistas.
Frecuentemente encontramos también la palabra “besem” que en plural es “b’somím”, cuya acepción general sirve para designar la balsamera y los productos aromáticos que de ella se escurren.
Cuando con la pérdida de la independencia política terminó el bien organizado culto del pueblo judío, cesó también el estímulo para seguir con el uso de substancias aromáticas en el servicio divino, limitándose desde entonces a hacer oraciones en lugar de ofrendas.

Cabe decir, todavía, que aún hoy día algunos devocionarios hebreos tienen por título la vieja expresión “ofrenda”. Apenas si en sí todavía queda un solo empleo de las esencias en el culto, el cual sin embargo se hace ocultamente hoy en día, y es en la llamada “Habdalah”, que quiere decir “separación”. Ese uso, según la tradición de los rabinos, debe remontar a cerca de medio siglo después de la consagración del segundo templo (516 años antes de Jesucristo), bajo Esra. Recuerda el arte espagíríco de los Rosa-Cruz -medievales, aunque su significado es distinto, principalmente en la fiesta de la “separación”, o sea del comienzo de la nueva semana, al final de la noche del sábado (Sabat). El utensilio más usado es un vaso ajustado, metálico, cilíndrico o prismático, sostenido por un soporte como pie de copa y, las más de las veces, con una torrecita aguda o una banderita metálica en la tapa. El latón de ese utensilio contiene los metales de Venus y de Júpiter, por partes iguales y el escritor Therión piensa que ese latón envasado debe ser ilimitado respecto a su extensión, pues no se refiere a una sola cosa, sino que es universal y simboliza el amor divino. En el vaso hay ‘varios gramos de aromas frescos, también designados con el nombre de “b’somim” que, como ya dijimos, se denominaba el vaso de bálsamo y de los productos que de él se derivaban. También ese pequeño utensilio solía llamarse “vaso b’somim”.


Cumpliendo con el prudente empleo que, según indiqué, se debe observar al salir del día sábado, no sólo en las sinagogas de observancia estricta, sino especialmente en las familias, el que hace la ofrenda, por ejemplo, el padre de familia lleva el vaso en la mano y sobre su fragante contenido pronuncia la siguiente bendición:
— “Alabado seas, Señor, Dios nuestro, rey del mundo, que creaste todas las especies de aromas.”
Entonces abre la tapa o torrecilla del vaso y aspira el vapor de los granos de especias. Este es el único resto del culto de las esencias aromáticas en el judaísmo de hoy día.
    Según la explicación de los judíos ortodoxos, ese rito proviene de una bendición hecha sobre una copa de vino en el que se apagaba una vela encendida. Era un acto de gracias a los dioses del fuego, poderoso auxiliar del hombre en todas las formas y creaciones, al comienzo del trabajo semanal, en que el espíritu sabatino, metafóricamente representado por las especias, sería transportado a los días hábiles.
No erraremos tal vez ante esa interpretación, creyendo que ese vapor de las especias, trasladado a la esfera religiosa, puede curar, a su vez, la vuelta del espíritu sabatino en el curso de la nueva semana.
Los judíos jamás tuvieron misterios o usos culturales propios. Su aptitud y aplicación espiritual descansaban en lo material, en el negocio. El estímulo que los judíos dieron al empleo de las esencias y defumatorios en el culto, no era otra cosa que el deseo de activar el comercio para sacar de esas cosas algún provecho lucrativo. Indagaciones hechas en la literatura judaica, proporcionan amplios informes sobre cosas secretas, sobre todo el conocimiento de escritos antiguos de los judíos españoles, anteriores a la expulsión (1492, después de Jesucristo), y que constituyen un interesantísimo material de investigación.
  Publicado por la revista Gnosis. Órgano oficial de la Sede Mundial de las Instituciones Gnósticas

viernes, 1 de julio de 2016